viernes, 9 de septiembre de 2011

¡A VOSOTROS, JOVENES DEL PRESENTE!

Luis Alberto de Herrera

Ya poseemos impresión de conjunto. Tendido ante la vista el inmenso y complejo panorama. Factores de diversa naturaleza gravitan sobre el destino de los pueblos del estuario; lo comprometen. El problema de su organización cristaliza en tragedia. La ambición comercial y territorial del europeo toma plaza arbitraria en las disidencias internas: procura sacar de ellas todo el provecho posible; político y económico. A esos fines, viene de abatir el orden legal de nuestra orilla.


Habíamos dejado al presidente Oribe en el momento en que, luego de su renuncia forzada y de la protesta consiguiente, sale del país. Desde Buenos Aires la repite, ante las naciones, el 8 de Noviembre; el 18 de Diciembre da su manifiesto, que constituye un alegato irrebatible del buen derecho nativo. Es una página de historia, que pone en cruz al atentado imperialista d ela gran potencia ultramarina.

Casi un  año permanece nuestro mandatario en la capital argentina. En el aspecto moral y cívico, íntegra su investidura. Nada vale ni invalida el despojo material de la legítima posición gubernamental. A reivindicarla se apresta con los suyos: con sus ministros, con sus generales emigrados, con los fieles, dispersos por las fronteras, unos, a su espera, otros, en el interior del país; con sus proscriptos.
Cual corresponde - con todos los honores atributivos del cargo- es recibido el magistrado uruguayo por el jefe de la Confederación. No sólo lo imponen la solidaridad rioplatense y la buena política; también así lo demanda la sana regla internacional, que no mide por el accidental eclipse el valor jurídico del mandato público. Testimonio objetivo, bien corroborante, ofrecen, en la actualidad, en Europa, los monarcas y presidentes en exilio, desde hace años, por no someterse al vasallaje del invasor, conculcador del nativo fuero; su representación, intangible al atentado, está incólume. ¡Quién, respetuoso del derecho, se atreve a discutirlo? 
Y porque traduce verdad y barre sofismas, dicho sea, -ratificando lo antes probado- que el gobierno del presidente Oribe no había sufrido la menor lesión del gobierno a cuya franca hospitalidad se acogiera. Por débil, por demasiado paciente y tardía tuviera, éste, su reacción frente a las conspiraciones de los emigrados; pero jamás medió un amago imperioso, a pesar de tratarse de asunto que tan de cerca le tocaba.

En la confidencia, le reitera el ministro Arana ese leal sentir al comisionado Correa Morales, así como al coronel Soria. Tiene la persuasión, por ellos compartida, de que se obra con lentitud; sin embargo, no se va más allá del comentario pesimista. Hecha la convicción desfavorable, que así recoge Arana: "Yo estoy persuadido que influencias unitarias y encubiertas lo han dominado y que los sucesos que muy en breve tendremos que observar han de poner en transparencia a los autores de las inconmensurables desgracias en que va a ser sepultada esa república". ¡Ni en un ápice equivocado!...Con el aditamente de que se sabe que el incendio en la casa ajena es promesa cierta del incendio en la casa propia...Pese a lo cual, se reserva la censura legítima.

Y bien: fué, antes, fácil muletilla de las crónicas oficiales la aserción contraria; rubricadas las mayores aberraciones, oponiendo siempre la misma falsedad: Rosas atacó la independencia. Afirmación ruidosa desprovista de todo fundamento, que ahora rueda en escombros, pulverizada por la buena fe crítica.

A la inversa, sorprende que ante la inminencia del peligro que corría el solar argentino, de reciente construcción institucional, en ningún instante se desviara la Confederación de la prudente expectativa. Ni un leve reproche al magistrado uruguayo, cuando cruza el río, empujado por el infortunio, aunque no quebrado.

Jóvenes de ahora: la verdad ya soplar fuerte, con alas de pampero en los campos de la historia nativa; se disipan las brumas que tanto tiempo enlodaran el firmamento espiritual; a la fecha, las "mentiras convencionales", sean las que fueren, trepidan y se desploman.

Se asiste, pues, al advenimiento en la amteria de un criterio veraz, por decir así, científico, edificado sobre el cimiento de hechos básicos, indestructibles por la poderosa documentación que los autentica. Limpio el pensamiento de prejuicios, a la lumbre de la lámpara, de vuestra lámpara, -la que vuestra autonomía mental encienda- entrad al estudio digno, sereno, leal, honorable, del pasado río-platense y dejad a vuestra libre conciencia que se interne en sus sombras, tras sus claridades, que descubra en sus pliegues, que escrute en sus incógnitas, aún a medio descifrar, y que luego, honradamente, proclame el fruto -a ella sola-  de una empresa afanosa, de sus desinteresada exploración. ¡Dejadla a ella -a ella sola- que así lo haga!

Puesta en tren de sana pesquisa, por encima de tendencias, en lo atingente al caso aquí en debate, preguntadles a los viejos papeles si el general Rosas, como dominador, incurrió a vuestro Uruguay en las responsabilidades alevosas del general Mitre, como presidente, un cuarto siglo después, cuando su maquiavélico entendimiento con el Imperio, para acabar "repartiéndose" el Paraguay.

Digan los archivos si alguna vez, cuando ejercía mando Oribe, se registró el gratuito agravio de las "medidas coercitivas" de 1864, cuando el gobierno de Bero: si jamás hizo la Conferederación, con Rosas, respescto a nuestro país, lo que hizo Mitre.

¡No andarse mas por las ramas! Ir a la esencia de las cosas: abrirle ancha puerta a la "verdad verdadera", todavía cautiva del sectarismo oficializado!
¡A vosotros, jóvenes del presente, esa bella tarea reparadora, de restauración patriótica!

Manuel Oribe, general de la Independencia rioplatense



El conflicto con Francia, en crisis de 1838, alteró honradamente el curso de los sucesos platinos: desacredita una política y prestigia la otra. Centuplicó la pasión nacional. Del pugilato doméstico se pasa, cual por acción del rayo, a un nuevo plano de contienda: el advenimiento explosivo del americanismo en función. Ampliado y afirmado aquello de 1807 y 1807...
Si duda hubiera existido, en un segundo disipada...Además del propio derecho herido, ahora está en trance de América frente a Europa. Más no esquivamos en lo mínimo la cuestión: le sobraba título y razón al gobernante derrocado para volver por sus investidura, desconocida, arrebatada...
Por lo demás, ¿acaso se trataba de él? - ¿ No había otros menoscabos que cobrar, en nombre de la soberanía representada, en desagravio de las leyes y de las gentes que lo siguieran, poniendo en su suerte la propia suerte?...

Si olvidado, ahí estaba, quemante, el bando de proscripción de Noviembre 13 de 1838 que decía, en cuanto a lo personal: "Artículo 1°- Don Manuel Oribe es declarado pérfido, rebelde y conspirador contra la patria; en consecuencia, ésta lo arroja de su seno y lo proscribe, despojándolo de los grados, honores y prerrogativas"...
¡Y que, luego decía, en lo colectivo : "Artículo 2°- Los empleados civiles y militares que han huído con él y se encuentran en Buenos Aires, bajo sus órdenes, han perdido por este hecho sus grados y empleos, así como las ventajas y las prerrogativas"... Si así los ausentes, ¡cuál la situacioón de los presentes, a la merced del rencor, bajo "el ojo de la ley"!...

Tírado el guante, aceptado el reto. ¡Hasta el fin! Inevitable, por otra parte, el segundo tiempo y su drama: los unitarios estaban, con fiebre, apurados por invadir su patria y Leblanc aún más apurado en azuzarlos...A la grupa de los franceses, por segura y fulminante tenían la victoria unos...y otros..., así anunciada a París, en Julio 15 de 1839, por la fanfarronada burocrática de Baradére: "El movimietno se comunicaría en seguida, con la rapidez del relámpago, a Santiago del Estero, a Córdoba, e iría a ligarse y combinarse con el que habían iniciado y cuasi consumado Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja, que habrían indudablemente seguido las otras provincias del Norte".

Como refuerzo, ha pensado, ha delirado, poco antes con Santa Cruz...Y es en esta hora de Oribe -la más culminante de su formidable carrera- que el general don Juan Manuel de Rosas, por la Confederación Argentina, le ofrece el supremo comando de sus legiones al gran soldado de ambas orillas, consagrado de tantas jornadas. ¡Otra vez en las mismas filas con sus compañeros anteriores y homéricas campañas! ¿Acaso juntos no velaran las armas, en la distante adolescencia, para ser ungidos caballeros de la patria. "haciendo centinela cerca de ellas, sin perderlas de vista", cual reza el romance, en las mismas vísperas de la batalla de Cerrito? -Así en 1812-.
¿No fueron, luego,  artilleros en servicio, granaderos, oficiales de caballería, hermandados, hasta que después de combates varios, pide el montevideano la separación absoluta para pasar, ya graduado jefe, a su banda, a su ciudad, a su tierra?... Así dicho en 1823, al ascenderlo en su solar; "Por cuanto los méritos y señalados servicios del sargento mayor don Manuel Oribe en la presente guerra y en la que en épocas anteriores ha sostenido la Providencia contra el poder extranjero, le han hecho acreedor de la estimación general y de tal distinción de los jefes a cuyas órdenes ha servido, por lo tanto, ha venido el Cabildo"...
Rubricado por de las Carreras, Berro (P.F.), Platero, Pérez, don Silvestre Blanco, Giró...

A los pocos años, en una nueva etapa de liberación , orientales y argentinos en Ituzaingó confunden en uno solo su común empuje. ¿Se ignora lo que allí fue e hizo el intrépido jefe del regimiento 9 de línea? Como lo evocan als listas de revista originales, también, como baqueano, va con él Andrés Cheveste, el guía inmortalizado de los Treinta y Tres ...

En aquellas filas, ya en célula están los que más tarde serán amigos y enemigos en más bravas y arduas contiendas, dentro y fuera...Por acá, Lavallejas, Oribe, Garzón, Lenguas, Soler, Mansilla, Laguna, Galán, Olascalada, Olivera, Brito del Pino, por allá, Paz, Lavalle, Medina, Iriarte, Olazábal, Chenaut, Vilela, Vega, Flores (J. M). En teoría desgranados los valientes de las dos márgenes. Eso ocurre en 1827. 
El destino los dispersa; favorables o adverso, los arrastra en su alud. A los diez años largos, con o contra, forman cuadro, ya veteranos y generales, los que quedan...Jefe de los unos, Lavalle. ¿Quién de los otros?, por la Confederación, Rosas elige al que, luego de mucho meditarlo, tiene por mejor, por el más apto y hábil: Oribe.

Mucha la ansiedad, cargado el horizonte. Por agua, la escuadra bloqueadora; por el litoral, muchos adversarios asociados y los navíos de Francia, que traen y llevan: por Cuyo, la otra liga.
Volando siempre alto, en magnífico libro acaba de escribir Manuel Gaslvez: "La falta de buenos generales ha sido el gran problema de Rosas. Muertos Quiroga y López, estrategas geniales, y Alejandro Heredia, hombre de talento, no le queda ninguna figura realmente importante. Pacheco es solo discreto. A Pinedo y a  Mansilla ha de creerlos muy mediocres. Tal vez desconfíe de Mansilla. A Urquiza no es posible sacarlo de Entre Ríos, como no sea para combatir en el Uruguay. Por esto, la presencia de Oribe en Buenos Aires llega a ser su salvación. Oribe tiene valor, le sobra, odia a los unitarios y sabe imponer orden y disciplina.Es todo un jefe.
El general Paz le niega talento militar. Sin embargo, las grandes batallas que ganó en los campos argentinos prueban que lo tuvo y en alto grado".

Comprensible que sus antagonistas de la época, por él batidos, hayan agotado el dicterio de sus despecho contra quien fué la muralla en que se estrellaron. Lo habrían querido débil, resignado ante el cruel agravio: que no contestara el golpe...

Ellos habían podido derrocarlo con el apoyo de unitarios y de franceses: ¡él no podía defenderse con el apoyo, criollo, de los federales y de los suyos!...
Ellos podían lanzarlo impunemente a la proscripción, declararlo traidor a la patria, hundirlo en el oprobio: ¡él, con tantos y tan sobrados títulos para merecer el respeto y la gratitud de sus conciudadanos, carecía de derecho a la reparación!

¿Y cuál su delito, donde el padrón de su ignominia? La respuesta se estampa sola, en letras de oro: haber sido un gran gobernante, como mejor no lo ha habido ni antes, ni después. Elevada intención, honestidad a toda prueba, culto devoto del deber, firmeza de buen oriental, en toda instancia. Blasonado por la integridad, no conoce otro camino que la línea recta. En el poder,  ilustra su nombre y el de su país.
Cuando la expatriación lo arroja al desquite, su fuero se duplica. En lo sucesivo, ¡por su derecho, y por el ajeno!. En su diestra, la insignia de la legalidad ultrajada, confundida con la causa americanista, desde el momento en que la prepotencia europea toma la palabra por la voz de sus cañones...
Y ante tamaños atentados, en plural, ¿se le exige abdicación y rendimiento al magistrado sin tacha?

¡Oh, no! A una coalición se opone otra, automáticamente sellada por la fatalidad y por la lógica de las cosas. Nunca mayor bandera. La esperanza de dos pueblos puesta en el proscripto. Conjugado en primera persona el verbo de América. Entonces alcanza el zenit la gloria de Oribe.
Falta aún algo por decir.
LUIS ALBERTO DE HERRERA, Por la verdad histórica (Como se han adulterado los hechos), Buenos Aires, 1946

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